El viaje espacial no resultó como esperaban. Tenían que haber llegado hace tres años, pero la expedición se retrasó a causa de un fallo en las coordenadas que los acabó llevando a un sitio del que es mejor no hablar. Por suerte, al fin, después de todo el esfuerzo, habían conseguido llegar a su destino.
Descendieron lentamente, con cuidado, mientras trataban de observar todo lo que había a su alrededor.

— ¿Estás seguro de que era aquí?

— ¡Claro! Todas las señales venían desde aquí, este debe ser el sitio ideal.

— No parece que este lugar esté muy adaptado para nosotros...

— ¿Y cuál sí lo estaba? Sabes perfectamente que parte de nuestro trabajo es dejar todo listo antes de la llegada de los demás.

Después de unos días de arduo trabajo, al fin empiezan a verse establecidos diversos caminos, viviendas, zonas de paseo, espacios recreativos... todo está quedando listo para la llegada de los nuevos habitantes.

Unas semanas después, cuando ya todos estaban establecidos y la vida empezaba a tomar su rumbo normal, un joven de aspecto desarreglado, con mochila en mano, encontró una pequeña nave espacial de juguete en medio de una jardinera. El pequeño tripulante, que se encontraba dormido, mientras hacía guardia, apenas alcanzó a saltar en el último segundo, antes de que el gigante metiera su nave en ese enorme agujero negro.

— ¡Una chinche! Se escuchó cerca de él, y tuvo que esconderse tan rápido como pudo, cuando vio que una enorme mancha negra estaba apunto de aplastarlo.

El grito de alarma hizo crecer el pánico inicial:

— ¡Cuidado! ¡Hay chinches en la facultad!

El pequeño piloto corrió para encontrarse con los suyos y les contó la terrorífica anécdota que le acababa de ocurrir.

— Lo que más me asustó fue cuando esos seres gigantes empezaron a gritar aterrados. No sé qué sea una chinche, pero si ellos le temen, debe ser algo realmente temible.

Al pasar de los meses, todo se tranquilizó. Los pequeños habitantes vivían escondidos la mayor parte del tiempo, por temor a encontrar a otro gigante, o peor, encontrarse cara a cara con una de esas espantosas Chinches. Mientras tanto, los humanos creyeron que habían puesto fin a todos esos insectos rastreros, después de que dejaron de verlos por varias semanas.