Ella siempre cantaba, cantaba en la calle, en la escuela, de camino a casa, en la ducha, a la hora de comida, antes de dormir y al levantarse, cantaba mientras cepillaba sus dientes y mientras esperaba su turno en la fila del súper, cantaba cuando estaba triste, cuando se enojaba y cuando tenía ganas de saltar de felicidad, cantaba siempre, y siempre trataba de aprender melodías nuevas para ampliar su repertorio, cantaba con toda el alma, con todo el sentimiento que tenía, pero cantaba solo en su mente, porque, por desgracia, desde la operación de garganta, de esa voz que tanto le gustaba, ya solo quedaba un ronco y molesto susurro.