El museo se cierra, el guardia recorre las salas para confirmar que todo esté en orden. Apenas inicia el recorrido, cuando escucha un sollozo al fondo de una sala lejana. Un llanto ahogado que se va volviendo cada vez más fuerte.
El guardia escucha los lamentos más y más cerca de él, se escuchan más dolorosos, más llenos de rabia.
El guardia suspira, se coloca sus audífonos y continúa su recorrido en calma. Después de cinco años de trabajo, al fin aprendió a ignorar el sufrimiento de tantas piezas saqueadas que desean regresar a su lugar de origen.