Allá van el príncipe y la princesa, los personajes que todos quieren en su historia. Siempre se quejan de que tienen demasiado trabajo y casi no los vemos convivir con los demás.

Por allá están "los villanos": las madrastras malvadas, los vampiros, las bestias salvajes, los espantosos monstruos... conviviendo tranquilamente con el resto y riendo a carcajadas al recordar cómo fingieron morder el cuello de las pobres doncellas o devorar poblados enteros, para después regresar y compartir el postre con los "devorados".

Al fondo están los niños jugando y practicando, les gusta imitar a sus personajes adultos favoritos, sin darse cuenta de que ellos ya son fantásticos personajes.

Y siempre, al lado de la puerta, estoy yo, el personaje del que jamás nadie ha escrito, aquel que nunca ha visto las montañas, el mar, o, al menos, la rama de un árbol, el que no ha formado parte de un romance, de una historia de terror, o de una comedia que haga que el mundo llore de risa... Nadie ha escrito de mí, ni siquiera una pequeña línea, ni siquiera una palabra, y me aterra pensar que pasaré el resto de mis días aquí, sin saber para qué me crearon si nunca seré elegido para participar en las maravillosas historias que todos narran día con día. Si, al parecer, nadie se interesa en un absurdo... ¿qué soy yo? Ya ni siquiera recuerdo qué personaje debía interpretar... Solo espero que, algún día, en algún momento, esa puerta se abra para pedirme, al fin, que haga mi aparición estelar.